sábado, 29 de septiembre de 2012

17. Desgastamos el momento.

En este momento, no se me ocurría nada comparable a la sensación de caminar junto a Pablo a lo largo de este parque. Con tal solo una mirada suya conseguía ponerme nerviosa, y en realidad, me encantaba que lo hiciera: me hacía recordar a cada segundo que estaba enamorada.
Cuando dije que el parque era enorme, no era consciente de lo enorme que era. Llegamos a un lago, supongo que artificial, con patos, cisnes y peces como Caramelo pero a lo grande incluidos. Parecía sacado de un cuento.
Cruzamos juntos el conocido "Puente de hierro", que comunica con una pequeña isla en el centro del lago.
En él hay una especie de edificio con columnas recorridas por enredaderas en flor. Dentro hay sorprendentemente, un piano de cola blanco. Supongo que aquí harán una especie de espectáculo musical. No puedo evitar mi sorpresa, aunque estaba claro que todo esto Pablo ya lo sabía. Siempre lo tiene todo tal calculado... Es muy perfeccionista.
Nos acercamos al piano. Pablo me mira de una forma muy dulce pero a la vez pícara. Difícil de explicar, fácil de sentir. Como el amor.
Suelta mi mano mientras se toma la libertad de subir la tabla que cubre las teclas del piano. Acaricia la tecla más aguda, sin llegar a pulsarla. Su sensibilidad me fascina. Finalmente, la pulsa. El piano emite el sonido agudo correspondiente a la tecla, perfectamente afinado. El sonido se desvanece en el aire mezclándose con la brisa y el sonido del agua. Pablo toca dos teclas más alternativamente. Prueba al piano, desliza sus dedos por allí y por allá. Toca una melodía completamente desconocida para mí.
Me mira con una sonrisa sin dejar de tocar, coge aire, cierra los ojos y comienza a cantar.
Enséñame a rozarte lento, quiero aprender a quererte de nuevo... Susurrarte al oído que puedo. Si quieres te dejo un minuto pensarte mis besos, mi cuerpo y mi fuego. Que yo espero si tardas, porque creo que te debo mucho... 

Tengo los ojos húmedos sin poder evitarlo. Él sigue con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Verdad que por WhastApp no tendría gracia?
—Cierto...—Tengo la voz entrecortada.
—Es lo que he compuesto esta mañana. Aún no sé qué saldrá, pero tengo varias ideas. Una de ellas se me acaba de ocurrir hace un momento...
Vuelve a repetir el mismo proceso. Tantea las notas, buscando la correcta, la que encaja. Toca el piano sin dejar de mirarme, y empieza a cantar de nuevo. Ladea un poco la cabeza y levanta una ceja.
Vamos a jugar a escondernos, besarnos si de pronto nos vemos. Désnudame, y ya luego veremos. 
Reconozco perfectamente esa situación. Ha sido hace un momento, en el laberinto, cuando me he escondido y cuando nos hemos visto nos hemos besado. La idea de que una vivencia solamente nuestra esté incluida en una de sus canciones provoca en mí un sentimiento indescriptible. Estoy muy emocionada. Le abrazo.

Seguimos dando un paseo por el parque, y nos paramos en una zona preciosa. Nos paramos en varios sitios para hacernos fotos haciendo el tonto, mirándonos, sonriéndonos...pero la mejor de todas era en la que salíamos besándonos, yo sentada en el piano blanco y él sentado en la silla del piano. Cada vez que la veía me entraba un escalofrío.

Pasamos por un pequeño bar en el que le reconocieron. Él, siempre tan amable, se hizo una foto y les firmó un autógrafo a los camareros. Se notaba que le gustaban esos momentos, atendía a todos con una sonrisa y una cercanía difícil de encontrar en las personas. Nos compramos unos helados y nos sentamos en el césped. A medida que nuestros helados se van acabando vamos cambiando de postura, hasta que al final Pablo acaba tumbado con la cabeza apoyada en mi tripa. Nos quedamos en silencio escuchando los sonidos de la naturaleza, hasta que Pablo decide romperlo.

—¿Te puedo hacer una pregunta?—Me mira, levantando levemente la cabeza.
—Ya la has hecho.—Le sonrío.
—Mm...vale, ¿te puedo hacer otra?
—La has vuelto a hacer—Nos reímos juntos.—Venga, dime.
—¿Por qué te diste media vuelta cuando nos besamos en frente de la heladería?

Me pilla por sorpresa. Todo ocurrió muy rápido, ni siquiera sé con certeza por qué actué así. Nunca imaginé que Pablo me haría esta pregunta. Me quedo unos segundos pensativa.

—Tenía miedo. —Pablo no dice nada, espera a que continúe.—Miedo de que saliera mal, de que solamente fuese un beso, de ilusionarme, de volver a sentir mariposas en el estómago, de hacerte daño...

En ese momento me dí cuenta de lo identificada que me sentí con la canción 'Miedo', pero aún más con la introducción que Pablo hace cuando la canta en los conciertos.
"Cuando uno se enamora, tienes miedo de que no te quieran con la misma intensidad, que te sean infiel, o que te cuenten algo y te mientan... tienes siempre miedo a algo y no sabes por qué. Incluso cuando te hacen daño, te vuelves a enamorar una y otra vez..." 
Sabía que Pablo me iba a responder algo relacionado con la canción, era inevitable que pensase en ella. Era una situación similar a la que describe la canción.
—Con esa sensación escribí 'Miedo'. Menos mal que decidiste enfrentarte a él, mi niña. Realmente yo también me enfrenté al miedo, si no no hubiese hecho lo que hice. Se me cayó el mundo encima cuando te fuiste, qué vergüenza pasé por unos segundos.
—Lo siento—Me estaba aguantando la risa, hasta que al final no pude más y empecé a reír a carcajadas. No me había imaginado como se debió de sentir él. Ahora resultaba gracioso, pero era de suponer que en su momento no lo fue. Pablo me mira sorprendido por mi reacción.
Me acerco a él mientras le susurro "Lo siento tanto...". Mi pelo cae por su cuello y me detengo cuando mi cara está en frente de la suya. Nos sonreímos y le beso, de nuevo.
Se incorpora y me abraza, deslizando su mano entra la mía. Nuestras manos entrelazadas me recuerdan a una frase: '¿Ves los huecos entre mis dedos? Tienen la forma exacta para que encajen los tuyos.'

Acurrucados el uno en el otro, Pablo sigue cantando 'Sígueme', la canción con la que empezamos el día, con la que la que le hemos terminado y con la que le recordaremos para siempre.
Ahora puedo sentir que tú sientes lo que siento, cuerpo a cuerpo entrelazados desgastamos el momento...

domingo, 23 de septiembre de 2012

16. Sígueme.

Miro a un lado y a otro, desorientada, intentando buscar un punto de referencia con el que descubrir dónde me encontraba. Aunque en este momento no me importa. Estando con la persona que me ha llenado de vida en tan solo unos días, todo se quedaba pequeño. Todo a su lado era insignificante, no le llegaba ni a la punta de los talones. Él, él, él, y SOLAMENTE ÉL. Definitivamente, mis dudas habían desaparecido.

Sigo mirando de lado a lado cuando Pablo me da la mano y se planta delante de mí, quieto. Me sonríe, sin más.
—Sígueme.
Te daré mi corazón...—Canturreo con una sonrisilla, dando pasos al ritmo de la canción.
Pablo me mira extrañado, ladeando un poco la cabeza.
No lo mates, por favor, y deja que sueñe...—Sigo cantando hasta que reconoce la canción y la canta él.
Seguiré la señal que tú me das, como el río cuando va con su corriente. Manuel Carrasco, bonita canción, ¿eh?
—Muy, muy bonita.
Damos toda la vuelta al aparcamiento mientras tarareamos juntos la canción, agarrados de la mano.
Finalmente, consigo verlo. Es un parque enorme. De momento solo alcanzo a ver la puerta principal y los muros que le bordean. Miro por el rabillo del ojo a Pablo, sonriente. Justo al lado de la puerta, hay una placa de metal oxidado. Paso el dedo índice por la fría placa al mismo tiempo que leo la inscripción en voz alta.

"Parque El Capricho
Alameda de Osasuna
Construido en 1787 por la Duquesa de Osasuna"
Miro a Pablo con una sonrisa, esperando su reacción. Parece que él ya lo tiene todo planeado. Entramos en el parque. Los caminos son de arena, acotados por jardines verdes en todas direcciones. Se respira un aire tranquilo y fresco, a años luz de aglomeraciones y agobios. Paz y tranquilidad en estado puro. Solamente se escucha el constante sonido que producen las hojas y ramas de los árboles movidas levemente por el viento, acompañado del piar de los pájaros. Me emociona el simple hecho de que nuestros pasos vayan al mismo ritmo sobre la arena, mientras nuestros dedos siguen entrelazados. El día acompaña, hace un sol espléndido, aunque de vez en cuando se esconde entre alguna que otra nubecilla blanca y esponjosa.

—Esto es precioso...
Pablo me sonríe cálidamente. Seguimos dando un paseo sin prisas. Pasamos por varias fuentes y el camino se divide. A la derecha hay un laberinto con formas rectangulares y cuadradas. Siempre había querido perderme en un laberinto, es una de las cosas que siempre me ha dado intriga y curiosidad. Me parecía divertido tener que buscar el recorrido para volver a salir de allí.
Me río para mis adentros, doy dos zancadas para poder girarme y darle la cara a Pablo mientras sigo andando hacia atrás. Me acerco a él y le doy un beso en la mejilla. Dos segundos después hecho a correr hacia uno de los pasillos del laberinto, mientras grito, "¡Tú la llevas!" .
Pablo no lo duda y en seguida me sigue el juego. Giro hacia la derecha, y después hacia la izquierda. Retrocedo sobre mis pasos porque encuentro un callejón y sigo corriendo. Me sorprendo al encontrar un banco en medio del laberinto, junto a otra pequeña fuente.
—¡Marinaaaaaaaaaaa!
Me echo a reír en cuanto oigo su voz. Está cerca, de hecho nos escuchamos perfectamente pero no me ve, ni yo a él.
—Podíamos haber hecho como Pulgarcito y dejar miguitas de pan para no perdernos...
No puedo dejar de reír. Cualquiera que viese a Pablo hablando aparentemente solo en medio de un laberinto lo tomaría por loco.
No teníamos miguitas de pan, pero sí le dejaría un rastro. Alcanzo un palo caído y empiezo a escribir sobre la arena.
"Porque si te pierdo yo no me encuentro,
porque eres parte de todo lo que soy."
Apoyo el palo en el suelo y camino, de manera que va quedando una línea que sigue mis pasos. En cuanto Pablo viese lo que he escrito en el suelo, seguiría el camino hasta que me encontraría. No me alejo demasiado, tan solo giro en un sentido y le espero.
Parece que Pablo acaba de llegar al banco. Por un momento pienso que no se ha fijado en lo que he escrito,  hasta que le oigo reírse bajito. Comienza a cantar ese trozo de No te olvidaré.
Cuento hasta tres, espero el momento indicado para salir, justo cuando termine de cantar esa frase.
—Porque eres parte de todo lo que soy...
Voy directa a sus brazos. Me coge por la cintura, me eleva y yo entrelazo mis piernas al rededor de su cadera. Juntamos nuestras frentes y nos sonreímos. ¿Para qué hablar si nuestros ojos lo delatan todo? Nos besamos. Un beso largo e intenso, que termina en un mordisco de Pablo. Que por cierto, me vuelve loca.
—Entonces, ¿decías que no habías visto que era pasional?
—Mmm...bueno...—Le pico, quiero saber hasta dónde puede llegar.
—Ya lo veremos...—Me mira con una sonrisa pilla,  hasta que los dos acabamos riéndonos.
Estamos a dos metros de lo que acababa de escribir en el suelo. Dirijo la mirada hacia la frase, y después hacia Pablo. Era una manera de preguntarle qué le había parecido sin palabras.
—Precioso. Como tú.

martes, 18 de septiembre de 2012

15. Maldita idea

La verdad es que no sabía como me sentía. Era una situación muy incómoda. Lo único que tenía claro es que hiciese lo que hiciese, iba a perder una oportunidad. La de tener una relación con Pablo o con Sergio. Pero al hacerlo, sin darme cuenta, me estaba planteando dejar a Pablo. En cuanto fui consciente de ello retiré ese pensamiento de mi mente, aunque estaba segura de que se quedaría un rato más danzando por mi cabeza. Necesitaba ver a Pablo. Sabía que en cuanto le viese, esa maldita idea desaparecería. Y aquí estaba mi príncipe, mi Superman, tan puntual, listo para salvarme a mí y a nuestra relación.

"Buenos días mi niña"
"Buenos días Pablete, ¿Qué tal?
"Muy bien, estaba componiendo hasta hace un minuto."
"¿Qué has compuesto?"
"Si te lo digo por WhatsApp no tiene gracia"
"Gamberro...¿Cuándo me lo dices en persona?"
"Decide tú"
"Vale, a las cinco, pero decide tú el lugar :) "
"No sabes lo que acabas de hacer, ¡que estoy muy loco!"
"Ya, y eres muy pasional, lo sé. Aunque todavía no he podido comprobarlo."
"Me gustaría haber tenido esta conversación cara a cara."
"jajajajajajajajaja no tienes remedio"
"jajajajajaaja a las cinco paso por tu casa, ¡prepárate!"

Dejé el móvil y me puse a hacer la comida. Hoy me apetecía algo ligero, así que me hice una ensalada de pasta.
No sabía nada de mi familia desde que se había ido de vacaciones. Tampoco les había echado de menos. Por un momento pensé en llamarles, pero no lo hice. La que se quedaba sola en casa era yo, así que si alguien se tenía que dignar a llamar eran ellos.
Terminé de comer y me planté delante del armario. No sabía que ponerme. Me recordó a un tweet que leí hace poco: "Los armarios de las mujeres están llenos de 'no sé qué ponerme'." Fue gracioso. En cuanto abrí el armario tuve un flashback. Vi a Pablo saliendo de él con una sonrisa.
Se me escapó una carcajada. Aún sin que él estuviera presente era capaz de hacerme reír.

"Pablo, tengo un problema."
"¿Ha pasado algo?"
"No te asustes...es que no sé que ponerme, como no sé a dónde me llevas..."
"jajajajajajaja con cualquier cosa vas a estar guapa. Vístete como si fuésemos a dar una vuelta por el centro de Madrid."
"¿Es eso lo que vamos a hacer?
"Sí pero no"
"Vamos, me lo has aclarado todo...jajajajaja"
"Te veo dentro de media hora"

¡Qué tarde se había hecho! Hace calor, así que me pongo unos pantalones cortos y una blusa blanca con unos zapatos de tacón. Me pinto, me aliso el pelo y en seguida suena el timbre.
Allí estaba él, de nuevo. Se había puesto uno de sus pantalones de colores, los verdes azulados, con una camisa blanca. Guapísimo.
Se quedó mirándome a los ojos y se mordió el labio. Nos besamos cuando ni siquiera nos habíamos saludado. Susurra un "Hola, mi niña" en medio del beso.
—Venga, ¡vámonos!—Me da la mano, se da la vuelta y echa a andar. Se nota que tiene ganas de ir a donde él ha decido y yo desconozco, tanto que no se ha dado cuenta de que no me he puesto los zapatos.
—Pablo, Pablo, espera, ¿no me ves nada raro?—Me mira asustado pero en seguida se da cuenta.
—Date prisa, ¡que me voy sin ti!—Suelta una carcajada mientras yo recorro todo el pasillo de mi casa hasta llegar a mi habitación. Me pongo los zapatos y vuelvo a salir. Cierro la puerta detrás de mí y me monto en el coche de Pablo, en el asiento del copiloto. Me mira con una sonrisa pícara en su boca.
—¿De verdad pensabas irte sin mí?
—Nunca.
Me sostiene la mirada, y yo a él. A medida que pasan los segundos nuestras sonrisas se hacen más grandes por momentos, hasta que los dos somos incapaces de sonreír más. Nos fundimos en un tierno beso.
Quita el freno de mano y el coche se pone en marcha. Todo el coche huele al perfume Cool Water, como él.

Después de tres cuartos de hora de viaje, al final llegamos a un aparcamiento. De momento no veo nada relevante, ningún edificio o sitio donde Pablo me ha traído.

domingo, 16 de septiembre de 2012

14. Ahora no.

Miércoles por la mañana. Me quedaban todavía unos días para estar con Pablo hasta el domingo. Todo parecía irreal, cuando estaba con él todo era perfecto. Solo existíamos él y yo, ya pensaría en el resto de la gente cuando me demuestren que me quieren. Era increíble. Tan solo llevábamos juntos dos días y estaba más ilusionada que nunca. Amor...creo que lo llaman así.

Suena te he echado de menos. Ah, era mi móvil. Lo dejo sonar un rato tan solo para escuchar su voz. Descuelgo y hablo con voz de dormida. Dormida y enamorada.
—¿Si?
—Hola, desaparecida.
—Ah, ¡Rocío! ¿Qué tal?
Era mi mejor amiga. No había quedado con ella ayer, supongo que me llama para que nos veamos. La verdad es que no me gusta ocultárselo, pero de momento no le diré nada sobre lo mío con Pablo.
—Todo bien, pero necesito hablar contigo.
—Bueno, pues ya estás hablando conmigo.
—Prefiero contártelo en persona. ¿Cuándo puedes quedar?
Me pilla un poco desprevenida. ¿Qué sería tan importante para querer decírmelo en persona? Me preocupo.
—Sí, claro, esta mañana puedo.—Le diré a Pablo que no puedo quedar con él...—¿Qué es tan importante?
—Luego te cuento, a las 12 voy a tu casa.
—Vale, nos vemos.
Sigo en la cama, boca arriba. Me giro para ver nadar a Caramelo, él siempre tan ajeno a los problemas... Me pica la curiosidad. No soy capaz de imaginarme qué me querría contar.
Me visto, desayuno, preparo todo e incluso me da tiempo a acercarme al Mercadona de la esquina y comprar comida.
Cuando vuelvo, Rocío está sentada en uno de los bancos que recorren toda mi calle.
—¡Hola!—Sonrío. Pero ella está seria.
—Tía, tenemos que hablar. Es sobre Sergio...
Me cambia la cara por completo. Sergio es el chico del que llevaba enamorada toda la vida. Siempre he sentido algo por él, pero nunca ha pasado nada. Tiene 20 años. Nos conocemos desde que teníamos trece años porque mi grupo de amigos y el suyo empezaron a quedar todos juntos. Sé que él sabe que me gustaba, pero ninguno de los dos ha actuado nunca.
—Eh, Marina, te has quedado eclipsada.
—Perdón...¿Qué pasa con Sergio?
—He estado hablando con él, ya sabes que es mi mejor amigo. Me ha confesado que cree que siente algo por ti.
—Ah...
—Eh, ¿pero qué te pasa? ¿Es que no te alegras? ¡Es tu oportunidad!
—No, no. Ahora no. Justo ahora...
—¿Justo ahora qué? Marina, ¿eres tú? ¿La que lleva toda la vida por él?
—Ya no. No. Pfffff... No puedo. Mejor dicho, no quiero.
—¿Me estás diciendo esto en serio?
—Completamente en serio. No quiero nada con él.
—¿Y ese cambio de decisión?
¿Qué la podía decir? No me gustaba mentir, y menos a ella.
—He conocido a alguien...
Rocío se queda mirándome, incrédula.
—No me lo puedo creer. ¿Y quién se supone que es?
No sé si decírselo o no. Apenas llevamos una semana juntos y al ser un personaje conocido no sería positivo para él que la prensa se enterase, aunque confiaba en Rocío. Además, temía que no me diese su aprobación. Aunque en realidad tampoco la necesitaba, si quería estar con Pablo estaría con Pablo le pase a quien le pese.
—Aún no puedo decírtelo, lo siento....
—...
—Por favor, entiéndeme. En cuanto pueda te lo contaré todo.
—Vale, no te preocupes. Sabes que siempre he estado a tu lado y siempre lo estaré. Pero llámame cuando estés preparada y quieras contármelo, ¿vale?
Me limito a abrazarla.
—Gracias...
—Anda, no hay de qué. Me voy, ya sabes, lo que te he dicho. Llámame cuando quieras.
Se aleja y me quedo sola sentada en el banco, mirando hacia el suelo. Desde luego, si hubiese más personas como Rocío el mundo iría mucho mejor. Analizo lo que acaba de pasar.

Ahora que había encontrado mi felicidad en Pablo, me la quería dar otra persona. No estaba dispuesta a dejar pasar mi relación con Pablo solo porque a Sergio se le hubiese ocurrido quererme. Perdí demasiado tiempo enamorada de él. Y es hora de recuperarlo. Pero con Pablo.

domingo, 2 de septiembre de 2012

13. ¿Hace falta ir más despacio?

Estoy inmersa en mis pensamientos cuando suena el timbre. Salgo corriendo hacia la puerta, pero regreso sobre mis pasos para mirarme en el espejo. Me coloco un poco el pelo con los dedos y voy a abrir.
Y allí está él de nuevo, con una camisa blanca, unos vaqueros y una sonrisa preciosa que le ilumina toda la cara.
—¡Hola Pablete!—Le abrazo.
—Hola mi niña.
—Ven, pasa, que te enseño la casa.
Le conduzco por toda la casa, dejando mi habitación para el final.
—Ven, ahora vamos a mi habitación.
Le llevo hasta allí. Pablo se queda mirando las paredes, cada rincón, los pósters en el que aparece un tal Pablo Alborán de mirada inexpresiva si la comparas con los ojos que ahora estaban fijándose en cada detalle de mi habitación. Llaman al teléfono de casa.
—Ahora vengo, voy a cogerlo. —Le sonrío.
Me pregunto qué pensará Pablo sobre mi habitación... Es en uno de los sitios donde se puede ver la personalidad de la gente. Me llamaba una amiga para quedar esta tarde. Puse una escusa y colgué.
Cuando volví, Pablo estaba en frente del corcho, escribiendo algo en el calendario con un rotulador rojo.
Me acerco a él por detrás y me fijo en lo que ha trazado. Ha dibujado un corazón sobre el día de ayer, en el que había una nota que ponía "Galileo Galilei".
Me quedo mirando el calendario. Esperaba una explicación. Quizás era el día en el que empezamos a salir y yo aún no lo sabía. Era el momento de comprobarlo.
—Pablete, ¿qué significa ese día para ti?—Aún estoy detrás de él, mirando al calendario. Estaba realmente nerviosa.
—Ayer...fue el día en el que supe que tu también me querías.
Se gira lentamente y mi mirada se encuentra con la suya. Me quedo sin palabras, sin saber cómo reaccionar. Pero él si sabe. Me acaricia la mejilla y me besa. Lenta pero pasionalmente. Se me erizan el vello de la nuca.
Nos sonreímos los dos.
—¿Qué estabas haciendo antes de que yo llegara?
—Pues estaba sentada en la ca...—Medio segundo después Pablo ya está sentado en la cama, alargándome la mano para que me sentara con él. Nos reímos los dos y me siento a su lado.
—¿Cómo se llama tu amigo?
—¿Mi amigo?—No sabía de que me hablaba.
—Sí, ese rubio...
Le pongo una cara rara, haciéndole saber que no tenía ni idea de a dónde quería llegar. Pablo se empieza a reír.
—El pez amarillo—Se sigue riendo.
—¡Ah! Qué tonto eres...—Me río con él.—Se llama Caramelo. Le tengo desde hace bastante tiempo. Parece que no, pero se le coge cariño. Siempre que necesito aclarar ideas observo como nada.
Pablo me mira y sonríe.
—Yo tengo dos perros.
—Sí, Simón y Trampi.
—No es justo, tú sabes todo sobre mi vida y yo no se nada. Estamos en desventaja, así que...cuéntame cosas sobre ti.
Me empiezo a reír mientras él se acurruca en la cama poniendo cara de interesante para que le cuente cosas.
—Pues a ver...Me llamo Marina, ¿eso lo sabías? —Me río — tengo dieciocho años, he terminado bachillerato de ciencias con unas notas excelentes pero para mis padres nada es suficiente. Tengo un hermano de 15 años, se llama Alex. —Dudo si decírselo o no. Prefiero no ocultárselo — Siento decirte esto, pero no le caes bien.—Pablo levanta una ceja.— En realidad creo que te tiene envidia. La convivencia en mi casa es muy complicada. Desde que tengo doce años he tenido que aprender a cocinar y a manejarme completamente sola porque mis padres se van a menudo de viaje de negocios, a veces de hasta dos semanas. Siempre se llevan a mi hermano con la escusa de que él es más pequeño. Me he criado prácticamente sola. Y aquí me tienes...
Nunca le había contado esto a nadie. Todas mis amigas lo sabían, pero porque lo habías visto. Contado por mí me daba cuenta de lo desgarrador que sonaba.
Pablo me mira con la boca abierta.
—Uau... No me lo habría imaginado nunca. No sé si sería capaz de ser feliz estando en tu situación. Yo estoy acostumbrado a que en mi familia todos seamos una piña. Eres muy valiente...
—Tranquilo, no te compadezcas de mí, que lo llevo bien.—Le sonrío.—¿Sabes? Nunca le había contado así esto a alguien. Me inspiras confianza. Bueno, al fin y al cabo tú no me conocías, pero yo a ti sí.
—Sí, en eso tienes razón. ¿Hacemos una ronda de preguntas?
—Vale, ¿cómo va?
—Uno pregunta y el otro responde—Me sonríe.
—¡Empiezo! —Me río. Tengo una pregunta en mente desde hace tiempo y este es el momento perfecto para dejarla ir. —Pablete, ¿por qué yo?
Pablo se queda en silencio unos segundos, manteniéndome la mirada. Por un momento pienso que no ha entendido la pregunta, pero no es así.
—Me colé por la puerta de atrás, pero no preguntes de donde vengo, me he perdido dos veces y me he dejado llevar, por lo que sentía por dentro, encontré tu perfume y el aire me lo llevó hasta meterse en mi cuerpo...
Canta el estribillo de Me colé por la puerta de atrás. Tengo la piel de gallina y los pelos de punta. Le enseño el brazo para que lo compruebe.
—Con que un flechazo, ¿eh?—Le respondo entre risas.
—Así es. ¿Y... por qué yo?
—Bueno, a mí me dio el flechazo hace tiempo, cuando le di al click a "Solamente tú en mi casa".
Ahora es él el que me enseña el brazo con la piel de gallina. Nos volvemos a reír.
—No tenemos remedio...
Nuestras risas se apagan y nos quedamos los dos en silencio, mirando hacia delante.
—Pablo...¿no crees que hemos ido un poco rápido? No sé, hace una semana yo era una completa desconocida para ti...
Se queda pensativo.
—¿Hace falta ir más despacio cuando te vuelves adicto a una sonrisa?
En ese momento, la sonrisa a la que Pablo es adicto no puede ser mayor, y la suya tampoco.
Pone su mano en mi mejilla y acaricia con el pulgar mis labios, mientras yo le miro. No hay mirada más dulce que la suya. Cierra los ojos lentamente mientras sus labios rozan los míos para terminar en un tierno beso.
En ese momento, llaman al timbre. Los dos damos un respingo y nos mirados asustados. La situación me recuerda a la que vivimos en la furgoneta el día que me conoció.
—¡Corre, corre, corre! ¡Métete en el armario! ¡No pueden verte aquí!
Pablo se empieza a reír pero yo le beso en los labios para que no hiciera ruido. Dicen que la mejor forma de callar a alguien es con un beso. Y sí, a Pablo le gustó. Se muerde el labio mientras yo le empujo hacia el armario en el que acaba entrando.
—No te muevas de ahí y no hagas ruido...
Oigo la risa de Pablo que está haciendo todo lo posible para que no suene mucho.
Salgo corriendo hacia la puerta. Era la amiga que me había llamado por teléfono. Se aburría y me había venido a buscar. Dije que me dolía un poco la cabeza, que no saldría.
—¿En serio? Pues estás muy contenta como para que te duela la cabeza.
Era cierto, no podía ocultar mi sonrisa.
—Ya, es que estaba viendo una peli de risa, tienes que verla, es genial.
—Ya, bueno, sí, lo que tu digas. ¿Y esta noche sales?
—Si se me pasa el dolor de cabeza sí.
—Vale, me llamas.
—De acuerdo, ¡hasta luego!
Cerré la puerta y salí corriendo para sacar a Pablo.
Le abro la puerta y el sale con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y esa felicidad?
—Olía a ti por todas partes...—Tiene cara de estar en las nubes.
—Qué tonto eres...—Nos empezamos a reír los dos.
Su mano roza mi mano, sus dedos se entrelazan con los míos mientras que su mano libre recorre mi espalda. Le abrazo. Le abrazo con fuerza, apoyando mi frente en el hueco de su hombro. Levanto levemente la cabeza y me besa. Sin prisas, pero sin pausas. Con amor, con mucho amor.

No sé si soy yo la que está dando vueltas o el mundo está del revés. Me imagino a mí misma como un dibujo animado con corazones rojos que giran al rededor de mi cabeza, como una niña saltando de nube en nube con pajaritos amarillos revoloteando a mi alrededor, rodeada de rosas, tartas de nata y guindas. Cientos de mariposas de colores parecían aflorar en mi interior.
Sí, estaba enamorada.