Cuando dije que el parque era enorme, no era consciente de lo enorme que era. Llegamos a un lago, supongo que artificial, con patos, cisnes y peces como Caramelo pero a lo grande incluidos. Parecía sacado de un cuento.
Cruzamos juntos el conocido "Puente de hierro", que comunica con una pequeña isla en el centro del lago.
En él hay una especie de edificio con columnas recorridas por enredaderas en flor. Dentro hay sorprendentemente, un piano de cola blanco. Supongo que aquí harán una especie de espectáculo musical. No puedo evitar mi sorpresa, aunque estaba claro que todo esto Pablo ya lo sabía. Siempre lo tiene todo tal calculado... Es muy perfeccionista.
Nos acercamos al piano. Pablo me mira de una forma muy dulce pero a la vez pícara. Difícil de explicar, fácil de sentir. Como el amor.
Suelta mi mano mientras se toma la libertad de subir la tabla que cubre las teclas del piano. Acaricia la tecla más aguda, sin llegar a pulsarla. Su sensibilidad me fascina. Finalmente, la pulsa. El piano emite el sonido agudo correspondiente a la tecla, perfectamente afinado. El sonido se desvanece en el aire mezclándose con la brisa y el sonido del agua. Pablo toca dos teclas más alternativamente. Prueba al piano, desliza sus dedos por allí y por allá. Toca una melodía completamente desconocida para mí.
Me mira con una sonrisa sin dejar de tocar, coge aire, cierra los ojos y comienza a cantar.
—Enséñame a rozarte lento, quiero aprender a quererte de nuevo... Susurrarte al oído que puedo. Si quieres te dejo un minuto pensarte mis besos, mi cuerpo y mi fuego. Que yo espero si tardas, porque creo que te debo mucho...
Tengo los ojos húmedos sin poder evitarlo. Él sigue con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Verdad que por WhastApp no tendría gracia?
—Cierto...—Tengo la voz entrecortada.
—Es lo que he compuesto esta mañana. Aún no sé qué saldrá, pero tengo varias ideas. Una de ellas se me acaba de ocurrir hace un momento...
Vuelve a repetir el mismo proceso. Tantea las notas, buscando la correcta, la que encaja. Toca el piano sin dejar de mirarme, y empieza a cantar de nuevo. Ladea un poco la cabeza y levanta una ceja.
—Vamos a jugar a escondernos, besarnos si de pronto nos vemos. Désnudame, y ya luego veremos.
Reconozco perfectamente esa situación. Ha sido hace un momento, en el laberinto, cuando me he escondido y cuando nos hemos visto nos hemos besado. La idea de que una vivencia solamente nuestra esté incluida en una de sus canciones provoca en mí un sentimiento indescriptible. Estoy muy emocionada. Le abrazo.
Seguimos dando un paseo por el parque, y nos paramos en una zona preciosa. Nos paramos en varios sitios para hacernos fotos haciendo el tonto, mirándonos, sonriéndonos...pero la mejor de todas era en la que salíamos besándonos, yo sentada en el piano blanco y él sentado en la silla del piano. Cada vez que la veía me entraba un escalofrío.
Pasamos por un pequeño bar en el que le reconocieron. Él, siempre tan amable, se hizo una foto y les firmó un autógrafo a los camareros. Se notaba que le gustaban esos momentos, atendía a todos con una sonrisa y una cercanía difícil de encontrar en las personas. Nos compramos unos helados y nos sentamos en el césped. A medida que nuestros helados se van acabando vamos cambiando de postura, hasta que al final Pablo acaba tumbado con la cabeza apoyada en mi tripa. Nos quedamos en silencio escuchando los sonidos de la naturaleza, hasta que Pablo decide romperlo.
—¿Te puedo hacer una pregunta?—Me mira, levantando levemente la cabeza.
—Ya la has hecho.—Le sonrío.
—Mm...vale, ¿te puedo hacer otra?
—La has vuelto a hacer—Nos reímos juntos.—Venga, dime.
—¿Por qué te diste media vuelta cuando nos besamos en frente de la heladería?
Me pilla por sorpresa. Todo ocurrió muy rápido, ni siquiera sé con certeza por qué actué así. Nunca imaginé que Pablo me haría esta pregunta. Me quedo unos segundos pensativa.
—Tenía miedo. —Pablo no dice nada, espera a que continúe.—Miedo de que saliera mal, de que solamente fuese un beso, de ilusionarme, de volver a sentir mariposas en el estómago, de hacerte daño...
En ese momento me dí cuenta de lo identificada que me sentí con la canción 'Miedo', pero aún más con la introducción que Pablo hace cuando la canta en los conciertos.
"Cuando uno se enamora, tienes miedo de que no te quieran con la misma intensidad, que te sean infiel, o que te cuenten algo y te mientan... tienes siempre miedo a algo y no sabes por qué. Incluso cuando te hacen daño, te vuelves a enamorar una y otra vez..."Sabía que Pablo me iba a responder algo relacionado con la canción, era inevitable que pensase en ella. Era una situación similar a la que describe la canción.
—Con esa sensación escribí 'Miedo'. Menos mal que decidiste enfrentarte a él, mi niña. Realmente yo también me enfrenté al miedo, si no no hubiese hecho lo que hice. Se me cayó el mundo encima cuando te fuiste, qué vergüenza pasé por unos segundos.
—Lo siento—Me estaba aguantando la risa, hasta que al final no pude más y empecé a reír a carcajadas. No me había imaginado como se debió de sentir él. Ahora resultaba gracioso, pero era de suponer que en su momento no lo fue. Pablo me mira sorprendido por mi reacción.
Me acerco a él mientras le susurro "Lo siento tanto...". Mi pelo cae por su cuello y me detengo cuando mi cara está en frente de la suya. Nos sonreímos y le beso, de nuevo.
Se incorpora y me abraza, deslizando su mano entra la mía. Nuestras manos entrelazadas me recuerdan a una frase: '¿Ves los huecos entre mis dedos? Tienen la forma exacta para que encajen los tuyos.'
Acurrucados el uno en el otro, Pablo sigue cantando 'Sígueme', la canción con la que empezamos el día, con la que la que le hemos terminado y con la que le recordaremos para siempre.
—Ahora puedo sentir que tú sientes lo que siento, cuerpo a cuerpo entrelazados desgastamos el momento...