Todo marchaba bien, nos estábamos divirtiendo y no había vuelto a ver a Sergio desde que le saludé. Además, la música que ponían me encantaba, incluso habían puesto Te he echado de menos. Y por supuesto, todo el mundo me miró y vino a avisarme de que estaba sonando Pablo Alborán. Me hace gracia que lo hagan, sobre todo porque vienen a decírmelo como si yo no me hubiese dado cuenta de que estaba sonando cuando en realidad soy capaz de reconocerla en los dos primeros segundos.
—Rocío, acompáñame a pedirme algo a la barra, que tengo sed.
—¡Voy!
—Decidme, ¿qué os pongo?—Incluso habían contratado un camarero para la fiesta.
—Una Coca-cola, por favor.
—¡En seguida!
El camarero me sirve la Coca-Cola y le añade dos hielos. Alargo el brazo para agarrar el vaso, pero me giro bruscamente cuando siento que alguien me acaricia la cintura. Sergio. ¿Es que nunca se va a cansar?
—¿Pero qué haces?
—¿Qué pasa? ¿No te gusta?—Otra vez esa sonrisa.
—Sergio, por favor, déjame en paz.
—Sí, sí. Hasta ahora.
La verdad es que me quedo perpleja. Se ha ido sin decir nada, quejarse o mandarme a la mierda directamente. Me alegro de que por un momento lo haya entendido. Aunque me descoloca un poco ese 'hasta ahora'... Sigo pensando en ello mientras miro a un punto fijo, a la vez que doy un sorbo. Noto un gusto raro, extraño. Supongo que será el hielo, nada importante. Seguimos bailando y charlando.
Pasan los minutos. De repente, empiezo a notar un calor asfixiante. Se me acelera la respiración. Me estoy agobiando, así que busco un sitio donde sentarme, un poco aislado de la gente. Por un segundo me da la impresión de que se me nubla la vista. ¿Qué me está pasando?
Intento enfocar a la gente y no soy capaz. Todo son figuras borrosas e inestables que se empiezan a tambalear. Suspiro. Noto el latido de mi corazón, ahora acelerado, en la sien. Las figuras se abalanzan sobre mí dando vueltas a mi alrededor. Cierro y aprieto los párpados. Nada. Siento que me pesan demasiado. Cierro los ojos. Siento que me inclino hacia la derecha. Intento ponerme recta, pero no controlo mi equilibrio. Oigo la voz de Rocío, y siento una presión en los hombros. Me está zarandeando. Abro los ojos, y detrás de ella puedo reconocer algo. La sonrisa de Sergio.
Pierdo la noción del tiempo y del espacio.
domingo, 28 de octubre de 2012
lunes, 8 de octubre de 2012
18. Desencuentro.
Acabamos el día viendo juntos al atardecer, sentados en un banco. Pequeños detalles que hacen mágico el momento, como los destellos que el sol y el cielo rojizos producen en el agua, la suave brisa que acaricia mi pelo y me trae bocanadas de aire con olor a Pablo, su brazo rodeándome, su barba haciéndome cosquillas en las mejillas, sus besos en mi cuello.
En seguida empezó a anochecer y volvimos a casa entre risas y miradas. De repente, suena mi móvil. Es Rocío, mi mejor amiga. ¿Qué pasará ahora?
—Pablo, no hables.—Bajo el volumen de la radio y descuelgo. —¡Hola!
—Hola desaparecida, ¿dónde estás?
—Mmm...me aburría y he salido a correr un rato.
—¡Si se oye un coche!
—Sí, es que estoy al lado de la carretera...
—Bueno, vale, da igual. Vienes esta noche, ¿no?
—¿Esta noche? ¿A dónde?—Miro a Pablo con cara de no tener ni idea de nada, y él me sonríe.
—Tía, la fiesta en casa de Blanca. La organizamos ayer, no te habrá avisado nadie.
—¿Y qué se celebra?
—Nada, una borrachera en una bonita noche de verano como hoy.—Noche de verano que yo quería pasar con Pablo.—Es una fiesta ibicenca, te paso a buscar a las nueve y media por tu casa, ¿vale?
—Bueno, vale...Venga, hasta luego.
—Chao.
Ya me habían destrozado los planes. La verdad es que no tenía planes, pero sí tenía pensado estar con Pablo. Teníamos que aprovechar los pocos días que tenía libres antes de seguir con la gira, aunque de todas formas como ahora vivía en Madrid nos podríamos ver sin problemas. Le explico a Pablo lo que me ha dicho Rocío. Por su cara de desilusión se ve que él también tenía pensado pasar esta noche conmigo.
—No pasa nada mi niña, ya nos vemos mañana. Pero ten cuidado, ¿vale?
—Tranquilo, sé controlarme.
—Así me gusta.—Se ríe.—Buenas noches mi niña.
—Hasta mañana Pablete.
Nos despedimos entre besos y caricias. Me preparé rápido, me duché y me vestí de blanco como en todas las fiestas ibicencas. Casi se me olvida, pero justo antes de salir de casa le di de comer a Caramelo.
La verdad es que no me apetecía nada. Estaba cansada, y mi mente estaba ocupada en recordar todos y cada uno de los momentos que he pasado con Pablo hoy. Eran cosas tan sencillas y a la vez tan románticas... Me llenaba, me sentía llena de vida. Soy de las que se divierte más viendo una película con tus amigas o con tu novio, tomando chocolate caliente y arropados juntos con una manta, que saliendo de fiesta viendo emborracharse a todos tus amigos. Yo decidí desde que todo mi grupo empezó a beber alcohol a no hacerlo de la manera en que lo hacían ellos, dadas las consecuencias. Con eso no quería decir que no iba a tomarme un cubata, pero que por supuesto, me controlaría. Uno y no más.
La fiesta era en el jardín de la casa de Blanca, enorme, con césped, chiringuito, y piscina incluidas. Esta vez habían montado una caseta enorme para la ocasión. La primera media hora la pasé saludando a la gente que hacía tiempo que no veía, charlando con todo el mundo y bailando un poco.
Rocío me agarra del brazo y me habla al oído.
—Eh, tía, me han dicho que ha venido Sergio. La gente comenta que va a por ti.
Simplemente puse cara de 'Pues vale', y le di las gracias a Rocío por contármelo.
No tiene ninguna oportunidad. Absolutamente ninguna.
Mientras me repetía eso en mi cabeza, aparece Sergio entre la gente. Cientos de personas y nuestras miradas se cruzan. Viene decidido a saludarme. La verdad es que no sé cómo actuar, ni tampoco sé cómo lo hará él.
—¡Marina!—Levanta la mano para que le vea.
—Hola.—Me da dos besos. Está muy cambiado.
—¡Cuánto tiempo! Estás guapísima.—Me lanza una mirada que ignoro a toda costa, al igual que su comentario.
—Sí, hace muchísimo que no nos vemos.
—¿Qué es de tu vida?—Estoy segura de que sabe dónde he estado este verano y lo que he hecho. Al fin y al cabo, mi mejor amiga también es la suya.
—Pues no he hecho nada en especial, ahora estoy sola en casa porque mis padres se han ido de vacaciones.
Quizá no debí haber dicho eso.
—¿Y tú?
—Yo en el barrio, con los colegas. Oye, ¿te vienes después a dar una vuelta conmigo?—Me miró con una sonrisa tan asquerosa en la cara que deseé poder borrársela de inmediato. Sabía perfectamente que con "ir a dar una vuelta" él no se refería precisamente a dar un paseo los dos juntos.
—No.—Rotundo y sin oportunidad de cambiar— Si me disculpas, estoy buscando a Rocío.—Me doy la vuelta, pero me agarra del brazo.
—¿Seguro?—Me mira con el ceño fruncido, amenazante.
—¡Me haces daño! Claro que estoy segura.
Me mira de arriba a abajo con una sonrisa. ¿Por qué sonríe? Ni idea. Ha sido un 'desencuentro' en toda regla. Prefiero no prestarle atención.
Ha cambiado muchísimo desde la última vez que le vi, ya no se parece en nada al chico del que estuve enamorada hace tiempo. Sé que sus padres se separaron y él se fue a vivir con su madre a un barrio cercano. El barrio tiene mala fama...drogas, alcohol... Debe haber hecho amistades allí que le han influido demasiado. Incluso tiene un aspecto descuidado y se ha hecho un tatuaje en el brazo.
En seguida empezó a anochecer y volvimos a casa entre risas y miradas. De repente, suena mi móvil. Es Rocío, mi mejor amiga. ¿Qué pasará ahora?
—Pablo, no hables.—Bajo el volumen de la radio y descuelgo. —¡Hola!
—Hola desaparecida, ¿dónde estás?
—Mmm...me aburría y he salido a correr un rato.
—¡Si se oye un coche!
—Sí, es que estoy al lado de la carretera...
—Bueno, vale, da igual. Vienes esta noche, ¿no?
—¿Esta noche? ¿A dónde?—Miro a Pablo con cara de no tener ni idea de nada, y él me sonríe.
—Tía, la fiesta en casa de Blanca. La organizamos ayer, no te habrá avisado nadie.
—¿Y qué se celebra?
—Nada, una borrachera en una bonita noche de verano como hoy.—Noche de verano que yo quería pasar con Pablo.—Es una fiesta ibicenca, te paso a buscar a las nueve y media por tu casa, ¿vale?
—Bueno, vale...Venga, hasta luego.
—Chao.
Ya me habían destrozado los planes. La verdad es que no tenía planes, pero sí tenía pensado estar con Pablo. Teníamos que aprovechar los pocos días que tenía libres antes de seguir con la gira, aunque de todas formas como ahora vivía en Madrid nos podríamos ver sin problemas. Le explico a Pablo lo que me ha dicho Rocío. Por su cara de desilusión se ve que él también tenía pensado pasar esta noche conmigo.
—No pasa nada mi niña, ya nos vemos mañana. Pero ten cuidado, ¿vale?
—Tranquilo, sé controlarme.
—Así me gusta.—Se ríe.—Buenas noches mi niña.
—Hasta mañana Pablete.
Nos despedimos entre besos y caricias. Me preparé rápido, me duché y me vestí de blanco como en todas las fiestas ibicencas. Casi se me olvida, pero justo antes de salir de casa le di de comer a Caramelo.
La verdad es que no me apetecía nada. Estaba cansada, y mi mente estaba ocupada en recordar todos y cada uno de los momentos que he pasado con Pablo hoy. Eran cosas tan sencillas y a la vez tan románticas... Me llenaba, me sentía llena de vida. Soy de las que se divierte más viendo una película con tus amigas o con tu novio, tomando chocolate caliente y arropados juntos con una manta, que saliendo de fiesta viendo emborracharse a todos tus amigos. Yo decidí desde que todo mi grupo empezó a beber alcohol a no hacerlo de la manera en que lo hacían ellos, dadas las consecuencias. Con eso no quería decir que no iba a tomarme un cubata, pero que por supuesto, me controlaría. Uno y no más.
La fiesta era en el jardín de la casa de Blanca, enorme, con césped, chiringuito, y piscina incluidas. Esta vez habían montado una caseta enorme para la ocasión. La primera media hora la pasé saludando a la gente que hacía tiempo que no veía, charlando con todo el mundo y bailando un poco.
Rocío me agarra del brazo y me habla al oído.
—Eh, tía, me han dicho que ha venido Sergio. La gente comenta que va a por ti.
Simplemente puse cara de 'Pues vale', y le di las gracias a Rocío por contármelo.
No tiene ninguna oportunidad. Absolutamente ninguna.
Mientras me repetía eso en mi cabeza, aparece Sergio entre la gente. Cientos de personas y nuestras miradas se cruzan. Viene decidido a saludarme. La verdad es que no sé cómo actuar, ni tampoco sé cómo lo hará él.
—¡Marina!—Levanta la mano para que le vea.
—Hola.—Me da dos besos. Está muy cambiado.
—¡Cuánto tiempo! Estás guapísima.—Me lanza una mirada que ignoro a toda costa, al igual que su comentario.
—Sí, hace muchísimo que no nos vemos.
—¿Qué es de tu vida?—Estoy segura de que sabe dónde he estado este verano y lo que he hecho. Al fin y al cabo, mi mejor amiga también es la suya.
—Pues no he hecho nada en especial, ahora estoy sola en casa porque mis padres se han ido de vacaciones.
Quizá no debí haber dicho eso.
—¿Y tú?
—Yo en el barrio, con los colegas. Oye, ¿te vienes después a dar una vuelta conmigo?—Me miró con una sonrisa tan asquerosa en la cara que deseé poder borrársela de inmediato. Sabía perfectamente que con "ir a dar una vuelta" él no se refería precisamente a dar un paseo los dos juntos.
—No.—Rotundo y sin oportunidad de cambiar— Si me disculpas, estoy buscando a Rocío.—Me doy la vuelta, pero me agarra del brazo.
—¿Seguro?—Me mira con el ceño fruncido, amenazante.
—¡Me haces daño! Claro que estoy segura.
Me mira de arriba a abajo con una sonrisa. ¿Por qué sonríe? Ni idea. Ha sido un 'desencuentro' en toda regla. Prefiero no prestarle atención.
Ha cambiado muchísimo desde la última vez que le vi, ya no se parece en nada al chico del que estuve enamorada hace tiempo. Sé que sus padres se separaron y él se fue a vivir con su madre a un barrio cercano. El barrio tiene mala fama...drogas, alcohol... Debe haber hecho amistades allí que le han influido demasiado. Incluso tiene un aspecto descuidado y se ha hecho un tatuaje en el brazo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)