Sigo mirando de lado a lado cuando Pablo me da la mano y se planta delante de mí, quieto. Me sonríe, sin más.
—Sígueme.
—Te daré mi corazón...—Canturreo con una sonrisilla, dando pasos al ritmo de la canción.
Pablo me mira extrañado, ladeando un poco la cabeza.
—No lo mates, por favor, y deja que sueñe...—Sigo cantando hasta que reconoce la canción y la canta él.
—Seguiré la señal que tú me das, como el río cuando va con su corriente. Manuel Carrasco, bonita canción, ¿eh?
—Muy, muy bonita.
Damos toda la vuelta al aparcamiento mientras tarareamos juntos la canción, agarrados de la mano.
Finalmente, consigo verlo. Es un parque enorme. De momento solo alcanzo a ver la puerta principal y los muros que le bordean. Miro por el rabillo del ojo a Pablo, sonriente. Justo al lado de la puerta, hay una placa de metal oxidado. Paso el dedo índice por la fría placa al mismo tiempo que leo la inscripción en voz alta.
"Parque El CaprichoMiro a Pablo con una sonrisa, esperando su reacción. Parece que él ya lo tiene todo planeado. Entramos en el parque. Los caminos son de arena, acotados por jardines verdes en todas direcciones. Se respira un aire tranquilo y fresco, a años luz de aglomeraciones y agobios. Paz y tranquilidad en estado puro. Solamente se escucha el constante sonido que producen las hojas y ramas de los árboles movidas levemente por el viento, acompañado del piar de los pájaros. Me emociona el simple hecho de que nuestros pasos vayan al mismo ritmo sobre la arena, mientras nuestros dedos siguen entrelazados. El día acompaña, hace un sol espléndido, aunque de vez en cuando se esconde entre alguna que otra nubecilla blanca y esponjosa.
Alameda de Osasuna
Construido en 1787 por la Duquesa de Osasuna"
—Esto es precioso...
Pablo me sonríe cálidamente. Seguimos dando un paseo sin prisas. Pasamos por varias fuentes y el camino se divide. A la derecha hay un laberinto con formas rectangulares y cuadradas. Siempre había querido perderme en un laberinto, es una de las cosas que siempre me ha dado intriga y curiosidad. Me parecía divertido tener que buscar el recorrido para volver a salir de allí.
Me río para mis adentros, doy dos zancadas para poder girarme y darle la cara a Pablo mientras sigo andando hacia atrás. Me acerco a él y le doy un beso en la mejilla. Dos segundos después hecho a correr hacia uno de los pasillos del laberinto, mientras grito, "¡Tú la llevas!" .
Pablo no lo duda y en seguida me sigue el juego. Giro hacia la derecha, y después hacia la izquierda. Retrocedo sobre mis pasos porque encuentro un callejón y sigo corriendo. Me sorprendo al encontrar un banco en medio del laberinto, junto a otra pequeña fuente.
—¡Marinaaaaaaaaaaa!
Me echo a reír en cuanto oigo su voz. Está cerca, de hecho nos escuchamos perfectamente pero no me ve, ni yo a él.
—Podíamos haber hecho como Pulgarcito y dejar miguitas de pan para no perdernos...
No puedo dejar de reír. Cualquiera que viese a Pablo hablando aparentemente solo en medio de un laberinto lo tomaría por loco.
No teníamos miguitas de pan, pero sí le dejaría un rastro. Alcanzo un palo caído y empiezo a escribir sobre la arena.
"Porque si te pierdo yo no me encuentro,Apoyo el palo en el suelo y camino, de manera que va quedando una línea que sigue mis pasos. En cuanto Pablo viese lo que he escrito en el suelo, seguiría el camino hasta que me encontraría. No me alejo demasiado, tan solo giro en un sentido y le espero.
porque eres parte de todo lo que soy."
Parece que Pablo acaba de llegar al banco. Por un momento pienso que no se ha fijado en lo que he escrito, hasta que le oigo reírse bajito. Comienza a cantar ese trozo de No te olvidaré.
Cuento hasta tres, espero el momento indicado para salir, justo cuando termine de cantar esa frase.
—Porque eres parte de todo lo que soy...
Voy directa a sus brazos. Me coge por la cintura, me eleva y yo entrelazo mis piernas al rededor de su cadera. Juntamos nuestras frentes y nos sonreímos. ¿Para qué hablar si nuestros ojos lo delatan todo? Nos besamos. Un beso largo e intenso, que termina en un mordisco de Pablo. Que por cierto, me vuelve loca.
—Entonces, ¿decías que no habías visto que era pasional?
—Mmm...bueno...—Le pico, quiero saber hasta dónde puede llegar.
—Ya lo veremos...—Me mira con una sonrisa pilla, hasta que los dos acabamos riéndonos.
Estamos a dos metros de lo que acababa de escribir en el suelo. Dirijo la mirada hacia la frase, y después hacia Pablo. Era una manera de preguntarle qué le había parecido sin palabras.
—Precioso. Como tú.
Increíbles. Esa palabra es la que describe tus capítulos.
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