sábado, 21 de julio de 2012

2. ¿Realidad o ficción?

No queda más que tú, no quedo más que yo, en este extraño salón sin nadie que nos diga dónde, cómo y cuándo nos besamos. Tenía ganas ya de pasar junto a ti unos minutos soñando, sin un reloj que cuente las caricias que te voy dando. Juramento de sal y limón, prometimos querernos los dos.
Te he echado de menos, todo este tiempo he pensado en tu sonrisa y en tu forma de caminar, te he echado de menos, he soñado el momento de verte aquí a mi lado dejándote llevar...
Suena el despertador por segunda vez. Menos mal que es sábado...Espera, ¿suena por segunda vez? Imposible. ¡Mierda! He vuelto a soñar con Pablo Alborán... Marina, eso no está bien...
Lanzo un suspiro ahogado al aire. Con ésta eran ya seis veces las que soñaba con él, y en ellos no teníamos precisamente una relación de ídolo-fan. Era eso lo que no me cuadraba, jamás podría ser algo más que eso, así que tendría que sacarme esa idea de la cabeza y cuánto antes mejor.
La última frase me hizo encontrarme cuando estaba perdida entre mis pensamientos. ¡Hoy lo iba a ver! Pablo Alborán estaba en plena gira acústica con su segundo álbum, y hoy iría a una firma de discos, aquí, en el centro de Madrid, y mañana a un concierto a Elche. Salté precipitadamente de la cama al no poder aguantar los nervios. Sería la primera vez que lo veía aunque llevo siendo fan desde hace un año aproximadamente. Él ha cambiado mi vida, la ha llenado de color y positivismo.
Subo la persiana y hace un sol espléndido, buen día para conocer a Pablo Alborán.
Desayuno rápidamente unas tostadas y un café, qué casualidad...su olor se debió meter en mi sueño.
Vuelvo a mi habitación y me quedo de pie mirando todos los póster que tenía de él. Aún era incapaz de creerme que hoy lo iba a tener cerca, era casi irreal. Estaba pensando en cómo saludarle, aunque seguro que me pondré nerviosa y reaccionaré como pueda. Oigo el burbujear del agua. Ah, sí, casi se me olvida. Eché de comer a Caramelo. Caramelo es mi pequeño pez amarillo, que no hace gran cosa, solo compañía. La verdad es que le he cogido mucho cariño al Caramelillo este.
La firma de discos empezaba a las seis de la tarde, así que tenía tiempo de sobra. La mañana se me pasó más rápida de lo que imaginé, y cuando me quise dar cuenta ya eran las cuatro de la tarde. Me di una ducha fresquita, de esas que piensas que te van a quitar los nervios y luego tienes más.
Me planché el pelo y me maquillé. No sabía qué ponerme, no quería ir ni demasiado arreglada ni demasiado vulgar. Quería ir natural, así que me puse unos pantalones cortos vaqueros con una camiseta de hombro caído azul celeste y unas sandalias. Ya eran las cinco y media. Cogí el dvd que había estado preparando meses entes, en el que había un vídeo que mostraba todo lo que significaba para mí y todo su progreso en estos dos años. Ya estaba lista. Yo iba con la idea de coger un bus, pero mi padre se empeñó en que podría pasarme algo con tanto calor y se empeñó en llevarme él. Parecía mentira, con 18 años y que se siguieran preocupando tanto...
Antes de salir de casa eché un último vistazo a la pecera de Caramelo, que parecía desearme buena suerte.
Me temblaban las piernas en el coche, aunque me dio tiempo a que se me pasara. Pillamos un atasco. 17:45. 18:00. 18:45. 19:30.
Ahora sí que estaba de los nervios, y no precisamente por verle, si no porque ahora cabía la posibilidad de que no lo viese. Al final, eran las 19:45 y solo nos quedaban cinco minutos para llegar, aunque la firma terminaba a las 20:00...
Entré corriendo en el centro comercial, directa a la firma. La gente se estaba marchando, solo quedaban diez personas por firmar. Había llegado a tiempo. Era la última y esperé mi turno impaciente, hasta que llegó.
Me subo a las escaleritas con piernas temblorosas. Levanto la cabeza y mi mirada se encuentra con la de Pablo Alborán.
Se le notaba cansado, pero aún así me esboza una sonrisa. Yo, casi por un impulso, me lanzo a sus brazos. Sí, olía a Cool Water. Me deshice del abrazo y le miré. Él va a darme dos besos, y cuando cambiamos de lado la cara para darnos un beso en la otra mejilla, mis labios rozan los suyos mínimamente, pero lo suficiente como para notarlo. Le miro asustada, pero él ha ampliado su sonrisa. Una sonrisa preciosa. No sé qué decir y él lo nota, así que opta por empezar él.
—Hola mi niña.
—¡Hola Pablete!— Me salió solo, así le llamaba yo cariñosamente...
Pensaba que se extrañaría al oírme llamarle así, y miré hacia abajo un poco avergonzada. Al subir la mirada, lo vi sonriéndome cálidamente.
—¿Cómo te llamas preciosa?
—Marina.
Estaba demasiado nerviosa como para pensar en una respuesta que no sonara tan cortante... Él se limitó a coger el CD y firmármelo.
Para mi niña Marina, con mucho, mucho, mucho amor. Pablete.
¡Firmó con Pablete! Sonreí mientras miraba al CD, y seguí haciéndolo cuando descubrí que sus ojos estaban posados en mí.
—Mira, te he traído esto para ti. Es un vídeo que explica lo mucho que significas para mí, y todo lo que has ayudado en mi vida.
—¡Ala! No tenías por qué, muchas gracias. —Lo abrió cuidadosamente y leyó el reverso.—Wow, qué bonito...se nota que has trabajado mucho, no sé como darte las gracias. ¿Sabes, Marina? Los pequeños detalles son a veces los más importantes.
—No tienes por qué darme las gracias, te lo mereces. Pero con un abrazo me conformo —Solté una carcajada a la que Pablo se unió.
—¡Ven aquí!
Nos abrazamos de nuevo, esta vez yo ya no estaba tan nerviosa. Al separarnos, me miró con curiosidad y duda, como pensando si decir algo o no.
—Ahora no tengo nada que hacer y hemos terminado la firma antes de lo que esperábamos, y Lolo y Porty están tomándose un café. Tengo un portátil en la furgoneta, ¿quieren que veamos el cd?
Me quedé atónita y sin palabras. Había notado un brillo especial en sus ojos nada más verle, pero lo atribuí al cansancio. Además, el estar convenciéndome por la mañana de que una relación con Pablo Alborán no era posible me había hecho efecto. Reaccioné lo más rápido que pude.
—¿Ahora? ¿De verdad? Por supuesto que sí.
—¡Claro! Venga, vamos.—Cogió su guitarra y bajamos juntos las escaleras.
Salimos del centro comercial y empezamos a andar hacia la camioneta. ¿De verdad esto me estaba pasando? Me pellizqué el brazo por si estaba soñando. No, no era un sueño, y me hice daño. Pablo estaba pendiente a cada detalle, por pequeño que fuese, y me pilló frotándome el brazo. Soltó una carcajada sonora mientras me sacaba la lengua.



1 comentario:

  1. Una nueva lectora para esta historia. Soy @Leti_Alboran97 y he descubierto por casualidad esta blog. Lo que sí te digo, es que no me arrepiento de ello, porque ya estoy cautivada :')
    Besitos.

    ResponderEliminar