Llegamos riéndonos hasta la furgoneta. Él abre la puerta corredera de atrás, con los cristales tintados, y me extiende la mano para que pase a la vez que me sonríe.
—Pasa, mi niña.
Le miro a los ojos con dulzura y entro en la furgoneta. Me acomodo en ella, y dejo sitio para que pase él. Se apoya en el respaldo y suspira, está cansado.
—Qué bien está la furgo Pablete.
Él se agacha a rebuscar entre su maleta el ordenador portátil, lo saca, lo apoya en sus piernas y lo enciende.
—Me encanta que me llames Pablete—Me sostiene la mirada unos segundos, hasta que el sonido que hace el ordenador al iniciarse nos asusta a los dos y damos un respingo. Reímos.
Empieza el vídeo, Pablo se acomoda en el asiento y yo me acerco un poco a él para verlo mejor.
Siendo sinceros, me da vergüenza que lo vea estando yo delante. Nunca imaginé que esto pasaría.
Me sabía el vídeo de memoria, así que me limité a mirar a Pablo, que estaba concentrado y atento al vídeo.
Mi fijo en la comisura de sus labios, que intentan sonreír de vez en cuando. Intento aprenderme la forma de su nariz, porque no sé cuándo podré volver a verla a tan poca distancia. También me fijo en sus ojos oscuros, que delatan todo lo que siente. Mientras estamos los dos en silencio, él atento al vídeo y yo a él, alguien da unos golpecitos en la ventanilla de la furgoneta. Los dos nos asomamos a la vez. Es Lolo, que espera desde fuera a que le abran la puerta. Pablo me mira con gesto de preocupación y abre. Lolo me mira, se sorprende, y mira a Pablo con cara divertida.
—¿Ya estás ligando?—Ríe.
—En cuanto me dejas solo. Lolo, te presento a Marina. Nos acabamos de conocer en la firma.—
—Hola, encantada—Sonrío tímidamente y le doy dos besos. Aunque me encantaría pasar más tiempo con Pablo, entiendo que él tiene que descansar, así que prefiero irme antes de que me lo tengan que decir ellos.—Chicos, me tengo que ir, que se me hace tarde. Mañana nos vemos en el concierto de Elche.—
Pablo se entristece, cosa que no me esperaba para nada.
—De acuerdo mi niña, gracias por todo.
—Gracias a ti por cada momento de felicidad que nos das.—
Lolo nos mira a uno y a otro alternativamente, y se ríe a carcajadas. Los dos le miramos pidiendo una explicación, pero él no puede hablar de la risa, hasta que al final nos la contagia.
Para despedirnos le doy dos besos a Lolo y un abrazo a Pablo.
—Mañana nos vemos— Me susurra al oído, y un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
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