Decidí no insistir en que mis padres me llevaran al concierto. Es más, ni siquiera les hablaba, y a mi hermano menos. Quizá así se compadecerían de mí y me llevarían.
Pero no fue así.
Por la hora que era el concierto ya debería haber acabado. Al menos había estado distraída durante todo el día para no pensar demasiado en eso. Ahora el tenía dos conciertos seguidos más, después una semana y media de descanso y otra vez un par de conciertos. Desconecté de Twitter porque empezaría a llenarse de comentarios sobre el concierto y me deprimiría más. Me fui directa a la cama.
Ni siquiera quiero recordar ese día. Se supone que iba a ser el más feliz de mi vida, y ahora ya tiene la etiqueta puesta de "El peor día de mi vida". Le había fallado.
Pero ahora tenía que dejar de pensar en eso para concentrarme. En una semana había una especie de show para jóvenes talentos en la sala Galileo Galilei. Iba a cantar una canción, que por supuesto sería de Pablo Alborán. Cantaría Miedo.
Era una de las canciones que más me transmitían, y con la que más cómoda me sentía al cantar.
Me pasé toda la semana entretenida, practicando, repasando, adaptando el tono a mi voz, cambiando algunos acordes para hacerlos más sencillos... Me gustaba. Era algo que me llenaba.
Como hacía mucho tiempo que no entraba en Twitter y ya estaba más animada, puse un par de tweets.
Desconecto unos días, estoy practicando para tocar en la Sala Galileo Galilei el próximo sábado. ¡Deseadme suerte! Os quiero.Ya había llegado el sábado, el día del show. Llevaba bastante bien la canción, así que me limité a intentar no ponerme nerviosa y repasarla un par de veces. Por la mañana preparé todo lo que necesitaría para el show.
Fue cuando estuvo todo preparado cuando me puse nerviosa. Delante de tanta gente...en un escenario que tantos artistas conocidos han pisado...artistas como Pablo Alborán.
Me puse de cuclillas en frente de la pecera de Caramelo para relajarme, como de costumbre. Me quedé embobada viéndolo nadar. Y empecé a pensar.
Pensaba en Pablo. Quizás en la furgoneta estuvo demasiado cariñoso y no me trató como una fan cualquiera. Incluso Lolo se sorprendió de lo que hizo. Pero...No, eso no. No. Era la primera vez que le veía así que no sabía como actuaba como las demás. Tenía que dejar de pensar en ese tipo de cosas, no me venían bien. Como no había ido al concierto, le dedicaría la canción a Pablo, a modo de disculpa. No lo diría en el escenario, solo lo pensaría. Por lo menos así me sentiría mejor conmigo misma...
Llegué en bus hasta la sala Galileo Galilei. El nombre de la sala me recordaba a una canción de Maldita Nerea, Por Eso.
"Si me acompañas no tengo, por eso ni hambre ni frío, ni miedo ni sueño "
Ya había gente cuando yo entré. Fui al espacio que me tenían asignado, donde podría prepararme. Cuando ya estaba todo listo, empezaron a subirse jóvenes a cantar, uno tras otro. Como no era un concurso ni había votaciones ni nada parecido, estaba más relajada.
La verdad es que todos los que subían cantaban estupendamente. Me abordó la idea de no llegar a su nivel...
Llegó mi turno. Intenté parecer decidida. Subí las escaleritas y me acomodé en la silla, abrazada a mi guitarra. Empecé a tocar pequeños acordes, agachada para oírlo mejor. Y empecé la canción. Cerré los ojos y me aislé del mundo. Parecía que solo estábamos mi guitarra, mi voz y yo.
Empiezo a notar que te tengo,
empiezo a asustarme de nuevo.
Sin embargo lo guardo en silencio,
voy a dejar que pase el tiempo.
Empiezo a creer que te quiero
ya empiezo a soñar con tus besos.
Sin embargo no voy a decirlo,
hasta que tú sientas lo mismo.
Porque tengo miedo, miedo de quererte
y que no quieras volver a verme...
Por eso dime que me quieres,
o dime que ya no lo sientes
que aquel amor que me abrasaba ya no quema,
solo escuece,
no lo intentes, sé que me mientes...
Palabra tras palabra, acorde tras acorde. Seguí cantando la canción. Me sentía llena de vida.
De vez en cuando aparecía una imagen en mi cabeza. Era Pablo, haciendo exactamente lo mismo que estaba haciendo yo.
Terminé de cantar y abrí los ojos.
Un público aplaudiendo y sonriente me miraba, decenas de ojos observándome.
Me emocioné, di las gracias y me bajé.
Iba mirando al suelo, con la guitarra en la mano, hacia el espacio que me habían preparado. Dejé la guitarra apoyada en la pared. Acariciaba sus cuerdas, de espaldas a todos, ajena al alboroto que había en la sala, aún en mi burbuja. Me giré para seguir viendo las actuaciones cuando vi a una persona plantada delante de mí.
Me lancé a sus brazos sin pensármelo dos veces.
—Lo siento—Conseguí decir.
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