miércoles, 2 de enero de 2013

24. No hace falta que me quites la mirada...


Pablo mete un disco en el reproductor del coche y la voz grave de un hombre irrumpe en el silencio. Se palpa la ilusión y las ganas de vivir en el ambiente. Salimos a la autopista y nos ponemos en camino... Sevilla nos espera. Es la primera vez que me escapo, y también es la primera vez que hago algo sin planearlo apenas. La incertidumbre por saber qué pasará me invade, y sinceramente, es una sensación bonita. Creo que la pondré en práctica más a menudo.
Perdida en el paisaje que pasa delante de mis ojos me doy cuenta de los sentimientos y sensaciones que Pablo ha despertado en mí.
Hasta que Pablo no cambia de disco no me voy cuenta de que ya llevamos medio camino, y hasta ese momento no me había dado cuenta de que no he desayunado. Supongo que las mariposas que revolotean en mi estómago han suplido la necesidad de comer algo. Prefiero no decirle nada Pablo, porque pararíamos en el primer sitio que veamos y eso nos retrasaría. Yo solo quiero llegar cuánto antes y aprovechar el máximo tiempo posible junto a él. De vez en cuando le lanzo miradas furtivas, apoyo mi mano sobre su pierna, o sonrío sin darme cuenta. A él le brillan los ojos de la emoción.

Paramos en un restaurante de carretera aunque de buena calidad a comer. Pedimos el menú del día, que originalidad tiene más bien poca: patatas fritas y huevos. Por lo menos está riquísimo, aunque no sé si el hambre que tengo tiene algo que ver. Pablo se sorprende al verme comer tan deprisa y me mira sin decir nada.
—Es que con las prisas y la ilusión no he desayunado...
—Eso lo explica todo. —Se ríe y hace que me ruborice.

Nos volvemos  a montar en el coche. Pasamos lo que queda de viaje hablando entre miradas cómplices y sonrisas. Parece increíble, pero realmente nos acabamos de conocer, aunque yo sé bastante más de él que él de mí.

—Seguimos estando en desventaja, ¡eso es jugar sucio! —Me dice con ese desparpajo andaluz.
— Pregúntame, ¿algo especial que quieras saber?
—Me preocupa la idea de que me presentes a tus padres.—Vaya, no lo había pensado. Este chico está en todo.
—A mí también. Creo que pasará bastante tiempo hasta que me vea con valor de hacerlo... No sabría que hacer si mi padre no me da su aprobación. —Pablo frunce el ceño.—Seguramente me iría de casa.—Me río para aliviar tensión. —No, de verdad... no soportaría estar sin ti. —Pablo chasquea la lengua. —¿Qué te pasa?
—Que te abrazaría, te besaría, pero estoy conduciendo. — Se ríe, divertido.

Durante el trayecto hablamos de numeroso temas. La infancia de los dos, el futuro, su relación con los fans...
—Pablo, hay algo que me inquieta.
—Dime, mi niña.
—¿Cómo se tomarán tus fans que tengas novia?
—Vaya... —Se queda pensativo.— Me encantaría que todas lo aceptaran, pero por desgracia no es así. Hay gente que no entiende que tú formas parte de mi vida privada. Me han llegado a decir que les había decepcionado por tener novia... no sabes lo que me decepciona a mí que me digan eso... —Noto la tristeza en su voz. —Es un tema que me molesta mucho. Mejor que nadie sabrás que no me gusta hablar de mi vida privada, y que mis propias fans se atrevan a opinar sobre ella... —Suspira. —Bueno, supongo que sabrás la que se formó cuando salieron las fotos de la revista ¡Hola!. Ella era Marta, sí, pero ya lo habíamos dejado. Que me machacaran con esos comentarios me molestó muchísimo. —Hay una pizca de anhelo y añoranza en su voz cuando habla de Marta, como si la echara de menos...no me gusta ni un pelo.—Solo espero que eso no pase contigo. Es bastante duro... yo soy una persona muy normal y me gustaría llevar una vida igual de normal.

Después del discurso me ha dejado sin palabras.
—¿Sabes? La noticia de Marta fue el tema principal de Twitter durante varias semanas. Pero yo ni siquiera abrí la noticia. Yo estaba ahí por tu música, tu voz, por tu entrega al público y por tu maravillosa forma de ser. Nada que fuera parte de tu vida privada me interesaba, a no se que eso te hiciera estar pasándolo mal..—Pablo me sonríe.
—Me alegro de que tú fueras así. Eres diferente a las demás...

Resulta halagador que Pablo me diga que soy diferente a las demás. Ahora está claro que lo soy porque soy su novia. Vaya, ¡qué bien suena eso!

La melodía de una guitarra que sale de los altavoces del coche ameniza el recorrido por Linares, Córdoba...hasta que finalmente, llegamos a las afueras de Sevilla.
—¿Sabes ya dónde vamos a pasar la noche?
—Sí, vamos al hotel donde Lolo, Porty y David durmieron el día del concierto. Yo tenía entrevistas y dormí en otro diferente. Mañana buscamos uno que esté más por el centro, ¿quieres?
—Me parece perfecto. Por cierto, ya me comentaron que el concierto fue impresionante.
—Uau, gracias. Te debo un concierto. —Le miro sorprendida.
—¿Qué?
—Que te debo un concierto. Cuando no te dejaron venir a verme a Elche.
—La que te le debo soy yo, por no haber ido.
—No me debes nada, ya me has dado todo lo que mi vida necesitaba... —Suena tan sincero y tan tierno...

Aparca en un hotel de carretera. Al principio no esperaba gran cosa del hotel, hasta que al lado del nombre veo dibujadas cinco estrellas. Me quedo pasmada, será la primera vez que entre en un hotel de cinco estrellas. Le ayudo a bajar las maletas y nos dirigimos hacia recepción. Por suerte al ser un hotel de carretera no hace falta haber reservado antes.
La recepcionista nos atiende en seguida y nos saluda amablemente. Por un momento me parece que se sorprende al verme... Sí, ya sé que no soy gran cosa y que Pablo podría conseguir a alguien mucho mejor que yo... Me embajono durante unos segundos, pero en seguida recupero la normalidad.
Ella saluda a Pablo como si lo conociese de toda la vida... Me resulta increíble que no se haya puesto nerviosa. Me es aún más increíble que Pablo la salude por su nombre. ¿Se conocen? Frunzo el ceño, agudizo mi vista y veo que lleva el nombre escrito en una chapita de su uniforme. Menos mal, me había asustado. Nos entrega las llaves de la habitación. Número 45. No es un mal número. Cuando nos estamos adentrando en los pasillos, la recepcionista nos llama la atención para comentarnos algo.

—En unos diez minutos os subo champán para dos personas, como pidió la última vez, Señor Moreno.
—Gracias...—Pablo palidece al darse cuenta de que le estoy mirando esperando una explicación.

¿Qué última vez? ¿Para dos? ¿Marta? ¿No me ha dicho que no se había alojado aquí? No entiendo nada. Él me retira la mirada, haciendo todo lo posible para evitar el contacto visual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario