lunes, 31 de diciembre de 2012
23. A la aventura.
Me quedo paralizada.
—Pablo, ¿lo estás diciendo en serio?
—Sí, venga, ¡no pierdas más el tiempo y salgamos cuánto antes!—Coge mi mano y tira de mí hacia la habitación para preparar juntos la maleta.
—Espera, espera, espera.—Consigo librarme de su mano mientras él me mira sorprendido. Al fin he conseguido que pare un momento y me escuche. —¿Estás seguro de que quieres que nos vayamos? Siempre estás viajando y yendo de un lado para otro, y me da apuro que tengas que viajar también en tus días libres por mí...—Bajo la mirada. Pablo da un paso y el espacio que había entre nosotros desaparece, se esfuma llevándose con él toda mi capacidad de resistirme a escaparnos juntos.
—Mi niña... por supuesto que quiero ir, y más si es contigo.—Me susurra mientras coloca sus manos en mi cara y acaricia mi mejilla cuidadosamente con su pulgar.—Hay montones de ciudades que quería visitar y pararme a hacer turismo pero no he podido porque no estaba allí más de un día. Además, ya sabes que estoy un poco loco—Se echa a reír.
—¿Un poco? Estás pirado de la cabeza.—Me río y le planto un beso inesperado en los labios. Ahora es él el que se queda paralizado.—Venga, ¡que hay una maleta que preparar!
Nos adentramos juntos en la habitación, arrastro la maleta para sacarla de debajo de la cama y me quedo mirándola. Desde que fui con mis compañeros de viaje de fin de curso no la había vuelto a usar. Vaya, qué recuerdos... Estoy segura de que cuando vuelva con Pablo traeré aún más.
Estoy emocionada, tremendamente emocionada. Hacía demasiado tiempo que no me sentía tan llena de vida. Me había acostumbrado a una vida monótona y aburrida, aún siendo verano... Está claro que necesitaba que Pablo me rescatase de este bucle espacio-tiempo en el que estaba sumergida.
Empiezo a abrir todos los armarios y a seleccionar la ropa que quiero llevar, sacándola y extendiéndola encima de la cama. Pablo se encarga de doblarla para que ocupe el menos espacio posible y guardarla. Al fin y al cabo, él ha hecho más maletas en todos sus viajes que las que yo podré hacer en toda mi vida, así que sabe cómo preparla para que quede perfecta. Mientras estamos entretenidos con la laboriosa tarea, pongo la radio de fondo. Pablo me sonríe.
Miro incómoda el cajón donde guardo la ropa interior. Me da una vergüenza horrible que Pablo la vea y tenga que guardar los conjuntos. Creo que lo dejaré para más tarde, cuando esté distraído o se vaya un momento a la cocina. Le mandaré a por un vaso de agua. Río silenciosamente por mi ocurrencia.
—Marina
—¿Si?—Pablo dirige la vista hacia Caramelo.
—¿Qué vas a hacer con él?—Me hace ilusión que se preocupe por el pececillo.
—Mis padres y mi hermano vuelven dentro de unos días, y Caramelo puede aguantar hasta entonces sin comer. No te preocupes, no le pasará nada.—Nos sonreímos.
—Respecto a ese tema...¿A tus padres les importará que nos vayamos? No quiero causar ningún problema.—Me quedo pensativa unos segundos...
—No sé si les importará o no. Pero sé que quiero ir contigo. Al fin y al cabo ellos se han ido ya, y yo también me merezco unas vacaciones.—Le sonrío intentando parecer lo más despreocupada posible, quitándole importancia al asunto.
Ya está terminada la maleta. Me dispongo a cerrarla cuando...
—¿No se te olvida algo?—Miro a mi alrededor intentando adivinar qué me falta...
—¡Es verdad! Casi se me olvida la ropa interior.—Se me escapa una risita nerviosa.
—Venga, pásamela, que cabe en este bolsillo de aquí—Señala uno de los compartimentos de la maleta.
—Pablo...prefiero guardarla yo.—Me sonrojo. Pablo me mira y no consigo intuir qué está pensando...
De repente, se levanta la camisa y deja que se le vea la banda de los calzoncillos. Calvin Klein blancos, por cierto.
—¿Ves? ¡Si no pasa nada! Que no te de vergüenza, mi niña.
—¿Siempre vas a estar sorprendiéndome?—Me echo a reír como una niña pequeña mientras abro el cajón y le paso la ropa. La guarda sin ningún problema y cierra la maleta.
Reviso que no me olvido de nada mientras Pablo carga la maleta en el coche y nos dirigimos a su casa, a preparar sus cosas.
Por el camino me cuenta que el piso es suyo y lo decoró hace un par de años, que está prácticamente nuevo, pero que aún así quiere venderlo cuánto antes. Noto algo extraño en su mirada... Dice no demasiado convencido que quiere ponerlo en venta porque no quiere atarse a vivir en un lugar, que es muy joven y quiere seguir viendo mundo, y que además, su sitio está en Málaga. Sé que le pasa algo, pero prefiero no romper la ilusión del momento y dejarlo pasar.
Me enseña su piso muy emocionado. Tiene un aire muy personal, íntimo y libre. Las paredes son blancas, y casi todos los muebles son blancos o negros. Lo que le da color a la casa son los montones de figurillas regalos, pósters y cartulinas que seguramente le han regalado las fans a lo largo de estos dos años... Vaya, si que nos lleva presentes. Me quedo atónita, sin palabras. Al fin y al cabo, yo soy una fan más, aunque un poco más especial. Me emociona que nos valore tanto, que nos lleve siempre consigo aunque esté en la intimidad más pura de su casa. Paso unos minutos leyendo todos los mensajes que le escriben, mientras Pablo está sacando su ropa. Dios mío, tiene muchísimos fulares, incluso repetidos.
—Seguramente ver tu armario sea el sueño de muchas alboranistas.
—¿Por qué?—Me mira extrañado.
—Porque vistes tan bien... tienes la ropa perfecta para cada ocasión.
—A mi madre le gusta mucho la moda, y supongo que me enseñó a vestir bien.—Me dedica una sonrisa sincera.
Cuando Pablo ha terminado de hacer un par de llamadas, nos montamos de nuevo en el coche.
—¡¡Pablo!!
—¿Qué pasa? ¿Se te ha olvidado algo?—Me mira alarmado.
—¡No hemos pensado a dónde vamos a ir!—Suelta una carcajada sonora.
—Vamos a ver, tú has dicho que querías ir como en las películas, en coche con el pelo al viento, así que en avión no podemos ir. Di una ciudad de España.
—¿Estás de broma? ¿Cómo lo vamos a decidir así?—Nos reímos a carcajadas al unísono.
—Di una, o si no la primera que toque. Vamos, deja de planear las cosas por una vez y deja que vivamos una aventura...—Me guiña un ojo.
—Mmm... Sevilla. Sevilla me gusta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario